La mente de una persona puede ser exaltada por algunos como si en todo sentido fuera superior, pero cada mente tiene sus debilidades y sus fortalezas peculiares. La mente de una persona suplirá las deficiencias de otra. Pero si todos trabajan dirigidos por la misma rienda, y se los anima que miren, no a los hombres para saber cuál es su deber, sino a Dios, se desarrollarán bajo la dirección del Espíritu Santo, y trabajarán en unidad con sus hermanos.
Mi pasión por el servicio, la apertura a las personas y la facilidad para comunicarme se evidencian en materias como Homilética, Ministerio de Testificación, Escritos de Elena de White y Cristología y Soteriología. Estas fortalezas se alinean con:
Competencia 1: tomar decisiones sabias a la luz de la Biblia (Escritos de EGW, Relaciones familiares, Formación de carácter).
Competencia 3: aplicar lo aprendido en contextos reales (Pentateuco, Homilética, Taller de enseñanza).
Competencia 5: desarrollar proyectos de servicio con visión misionera (Ministerio de Adoración, Misión Mundial).
El gozo de enseñar, la facilidad para relacionarme y la sensibilidad espiritual han sido claves para conectar con la iglesia, diseñar cultos significativos y predicar con sentido pastoral.
Reconozco que la procrastinación y el perfeccionismo, mencionados en mi reflexión, pueden entorpecer la entrega oportuna de trabajos. Estas debilidades se evidenciaron en momentos de saturación por las múltiples responsabilidades ministeriales y familiares.
Estas dificultades se vinculan principalmente con:
Competencia 4: generar aportes significativos desde la investigación. Materias como Taller de investigación, Literatura científica o Arqueología han sido muy enriquecedoras, pero también demandantes en términos de organización, rigurosidad metodológica y entrega puntual.
Trabajar con más estrategia en mi agenda y cultivar la constancia diaria son pasos claves para continuar avanzando.
Mi contexto eclesiástico y académico me ofrece un terreno fértil para crecer y servir. Las materias que fortalecen esta visión incluyen:
Ministerio de Testificación y Canon bíblico, que han afirmado mi sentido de llamado (Competencia 2).
Recursos para el ministerio, que me ha abierto a nuevas posibilidades evangelísticas digitales (Competencia 4 y 5).
Griego y Hebreo, que enriquecen mi estudio personal y la predicación.
La participación en la iglesia local, el grupo pequeño, el apoyo familiar y el uso de herramientas digitales son oportunidades concretas que deseo seguir aprovechando.
Las principales amenazas que percibo son:
El tiempo: entre trabajo, estudio y ministerio, la gestión del tiempo se vuelve crucial. Requiere sabiduría para priorizar sin descuidar las responsabilidades pastorales ni familiares.
La salud: tras experiencias personales y familiares relacionadas con enfermedades graves, soy consciente de que mi cuerpo necesita cuidado integral (Desarrollo integral para una cultura universitaria).
Estas amenazas podrían poner en riesgo el ritmo de mi formación, pero también son recordatorios constantes de mi dependencia de Dios y de la necesidad de una vida equilibrada (Competencia 2).
Las competencias que más se fortalecen con mis fortalezas y oportunidades son:
Competencia 1 – decisiones sabias y bíblicas
Competencia 3 – aplicación contextual del conocimiento
Competencia 5 – servicio misionero integral
Y las que se relacionan más con mis debilidades y amenazas son:
Competencia 4 – rigurosidad investigativa y constancia
Competencia 2 – equilibrio emocional y sentido de llamado sostenido
A riesgo de repetirme, al leer mi reflexión del portafolio anterior, me resulta profundamente revelador contemplar cuánto ha cambiado mi situación espiritual, mental, física y material. Este último año ha sido un tiempo de quebranto y transformación. La enfermedad, la pérdida de seres queridos y la incertidumbre ante un posible diagnóstico de cáncer en un familiar cercano han sido escenarios dolorosos, pero también espacios donde Dios ha obrado con poder. Hoy solo puedo agradecer. Porque, aunque he atravesado por el valle de sombra, Su vara y Su cayado me han infundido aliento.
Este proyecto académico no habría sido posible sin la dirección de Dios. A lo largo de cada clase, tarea y evaluación, Su gracia me sostuvo. La oración constante, la fortaleza que Él me dio y su providencia en lo cotidiano han sido mi sustento. La formación teológica sistemática ha sido mucho más que una acumulación de saber: ha sido un medio para acercarme más a Él, para conocerle mejor y fortalecer mi fe en medio de la fragilidad humana.
Soy consciente de que aún hay áreas en mi vida que deben ser trabajadas, como la procrastinación, un reflejo de la sobrecarga de responsabilidades que enfrento como esposo, hijo, miembro activo de iglesia y trabajador. Sin embargo, esta conciencia no me desalienta, sino que me invita a depender más de Dios, a ordenar mis prioridades, y a buscar una administración del tiempo más sabio y espiritual.
Entre los avances más significativos en mi formación teológica se encuentra la mesura con la que ahora enfrento los desacuerdos. He aprendido a dialogar desde la convicción, pero con humildad. A escuchar antes de responder. A argumentar con fundamentos, pero siempre procurando edificar y no derribar. Siento que el Señor me ha estado enseñando a ser un líder que inspire desde el respeto y no desde la confrontación.
Creo con firmeza en el llamado que Dios ha puesto en mi vida. Esta convicción me impulsa a servirle con integridad y dedicación. No sé aún a dónde me llevará el Señor, pero confío en que será donde más útil pueda ser para Su obra. Oro para que mis dones, talentos y hasta mis debilidades, puedan ser instrumentos útiles en Sus manos.
Mi compromiso es claro: con Dios, con mi llamado, con mi familia y con mi iglesia. Anhelo reflejar el carácter de Cristo en mi hogar, como esposo, hijo y sobrino. Y deseo hacerlo también en la iglesia, sirviendo con pasión, sabiduría, creatividad y amor. Reconozco que necesito salud, tiempo y energía, pero sobre todo necesito a Dios. Y a Él me rindo, con esperanza y con la decisión firme de seguir caminando por la senda que me trazó.